Hoy se celebra el Día Internacional de su Preservación.

Hoy, como cada 16 de septiembre desde 1995, se conmemora mundialmente el Día para la Preservación de la Capa de Ozono, franja de gas que protege a nuestro planeta de los efectos nocivos de los rayos solares, resguardando la vida en la Tierra.

Fue a fines de la década de 1970 cuando científicos revelaron el agujero que se estaba formando en la capa, a raíz de sustancias producidas por el hombre, tales como los gases utilizados en aerosoles, en refrigeradores y aires acondicionados, o en los procesos industriales que generan sustancias como el halocarbono, sumamente dañino para el ambiente.

La preocupación por lo descubierto llevó a la realización del “Convenio de Viena para la protección de la capa de ozono”, aprobado y firmado por 28 países en marzo de 1985. Dos años después, se redactó el Protocolo de Montreal para asentar el compromiso de gobiernos, científicos e industria para eliminar el uso de la mayoría de las sustancias más peligrosas. Gracias al acuerdo internacional, desde entonces la capa de ozono se encuentra en recuperación, el agujero disminuyendo, y se espera que para mediados de siglo se retorne a los valores anteriores a 1980. Una prueba de que, si hay voluntad común entre todos, es posible alcanzar resultados favorables para nuestro planeta.

Los residuos y la contaminación del aire

Con esta fecha como pretexto, es importante también tomar conciencia y reflexionar sobre la contaminación del aire que nos rodea. Podemos hablar de contaminación atmosférica cuando hay presencia en el aire de uno o más contaminantes en concentraciones o niveles tales que puedan constituir un riesgo a la salud de las personas, a la preservación de la naturaleza o a la conservación del patrimonio ambiental. Esta contaminación puede ser originada por fuentes biogénicas, esto es, provenientes de la propia naturaleza, como las erosiones del suelo o las erupciones volcánicas; o antropogénicas, es decir, fruto de la actividad del hombre.

Estas últimas se han revelado como las más preocupantes, además de ser las que podemos modificar. Dentro de ellas se encuentran el uso de combustibles fósiles como el carbón, el gas, el petróleo y sus derivados, que liberan importantes cantidades de gases contaminantes; la quema de leña como medio de calefacción o cocina; el uso de productos químicos nocivos presentes en aerosoles, refrigeradores o fertilizantes; o la deforestación de bosques.

Y otro factor relevante para pensar la contaminación del aire son los residuos. Cuando se concentran grandes cantidades de residuos en un sitio, con el paso del tiempo comienzan a descomponerse lentamente y con baja o nula presencia de oxígeno, generan emanaciones de gases contaminantes, causando malos olores, riesgo sanitario para las personas e introducción de químicos peligrosos en el medio ambiente.

Así, al incrementar la concentración de gases con efecto invernadero en la atmósfera, se propicia un progresivo calentamiento de la temperatura media en la superficie de la Tierra, fenómeno que forma parte del denominado “cambio climático”. Esta variación del clima en el planeta trae innumerables consecuencias: destrucción de ecosistemas, extinción de especies, inundaciones, incendios, olas de calor, sequías, falta de alimento, etc.

Es por esto que la correcta gestión de los residuos es fundamental para preservar el aire que respiramos. Una tarea que involucra varios aspectos: la reducción de quema de basura a cielo abierto; la disposición apropiada y segura de residuos peligrosos; la implementación del compostaje, para revalorizar los residuos orgánicos; y la separación y reciclaje de los residuos que generamos diariamente.