En medio de la crisis por el coronavirus, el medio ambiente comenzó a mostrar señales positivas

La pandemia del coronavirus ha puesto en jaque a todos los países. Ante la expansión y el rápido contagio, proliferaron medidas para combatirlo: cuarentena, cierre de fábricas, limitación de la circulación, cese del transporte, fronteras cerradas, obligación de permanecer en los hogares.

Ante esta problemática, llamativamente se ha evidenciado un impacto positivo en el medio ambiente: la desaceleración económica, la disminución del turismo, el detenimiento de la producción, han dado como resultado una mejoría en la lucha contra el cambio climático, a partir de la disminución de los niveles de contaminación.

Ocurrió primero en China, país en el que comenzó el brote en diciembre del año pasado. Tras la implementación de medidas de cuarentena, tras la parálisis de las industrias, los habitantes de ciudades como Wuhan comenzaron a observar que el cielo lucía más limpio. Y no se trató de un simple parecer: la NASA compartió imágenes satelitales de China que reflejan que, desde que la expansión del COVID-19 obligó a la cuarentena, hubo un marcado descenso de la contaminación.

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Los niveles de dióxido de nitrógeno (NO₂), producido por el combustible de los vehículos, por las fábricas e industrias, descendieron notablemente. Las emisiones de dióxido de carbono (CO₂), según datos del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio, cayeron en China un 25%, lo que equivale a una reducción de 6% a nivel global.

El segundo foco del virus tuvo lugar en Europa, y la situación fue similar: la Agencia Espacial Europea informó que en el continente, especialmente en Italia, el país más afectado por la pandemia, se evidencia un claro descenso en la contaminación del aire, coincidente con los bloqueos nacionales decretados para detener la propagación del virus.

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Y si tal fenómeno no es tan sencillo de ver para el ciudadano común, ocurrió algo que llamó la atención en Venecia. Sus habitantes amanecieron sorprendidos: desde que se implemlentó la cuarentena, desde que se prohibieron los viejas y cesó el turismo desmedido, las aguas de los canales de la ciudad lucen más cristalinas, y recibieron la sorpresiva visita de peces, cisnes y patos, algo inédito meses atrás.

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Puede que estos efectos sean momentáneos, pasajeros, y que desaparezcan cuando el mundo vuelva a la normalidad, las personas a circular, las fábricas a producir. O puede que no: puede que sea una oportunidad única para reflexionar sobre nuestras acciones, sobre el impacto que generamos en el planeta, sobre nuestras maneras de vivir.

Puede que comprendamos que, sin el impacto nocivo de nuestras acciones, el aire luce más puro, el cielo más despejado, los animales pasean felices y las flores y árboles no detienen su crecimiento. Que entendamos, finalmente, que las consecuencias de nuestra forma de vida son irreversibles para la naturaleza, y que es momento de actuar antes de que sea demasiado tarde.