Trabajar en iniciativas para valorizar los residuos y fomentar la economía circular se revela como algo fundamental para el futuro de nuestro planeta.

Uno de los factores que contribuye al cambio climático y a la degradación de los ecosistemas es la sobreacumulación de los residuos y sus efectos nocivos en el ambiente. La concentración de grandes cantidades de residuos genera un impacto ambiental con múltiples aristas: la emisión de gases contaminantes, que contribuyen al calentamiento global; la contaminación del agua subterránea; el daño a la fertilidad del suelo; riesgos sanitarios para todos los seres vivos; entre otras problemáticas preocupantes que hacen cada vez más urgente fomentar iniciativas que promuevan la correcta gestión y valorización de los residuos que generamos.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas, los seres humanos generamos alrededor de 2240 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos por año, de los cuales sólo se gestiona el 55% en instalaciones controladas. De continuar con la tendencia actual, se estima que para 2050 la cifra de residuos generados podría ascender a 3.880 millones de toneladas, un número sin dudas preocupante.

Estas estimaciones no hacen más que confirmar la necesidad de dejar atrás el sistema lineal de las principales economías del mundo. Sistemas estructurados en etapas sucesivas: extracción de recursos, fabricación de productos, consumo y eliminación. El agotamiento de los recursos naturales y el impacto ambiental evidencian la importancia de cambiar a un modelo circular: un sistema en el que los residuos sean considerados como recursos, parte del ciclo productivo, a través de la reutilización, el reciclaje o la valorización energética, con rediseño de estrategias para ahorrar costos ambientales y económicos.

De alguna manera, se trata de inspirarnos en la propia naturaleza: en ella no existe el concepto de desperdicio, todo lo que genera es insumo o alimento para otro organismo (las hojas de los árboles se convierten en abono para la tierra, una especie es alimento de otra, y así sucesivamente).

El caso de los plásticos

Dentro del sector de los residuos, los plásticos ocupan un rol central. Se trata de un material que ha tenido un uso valioso y significativo para los seres humanos, pero cuya producción excesiva está generando impactos ambientales cada vez más relevantes, especialmente cuando son fabricados para un solo uso.

Su crecimiento ha sido cada vez más notorio con el correr de los años. De acuerdo a los datos de la ONU, desde la década de 1970 la tasa de producción de plástico aumentó más rápido que la de cualquier otro material. En los 10 años de la década del 2000, su producción fue mayor que la de los 40 años anteriores. Actualmente, producimos aproximadamente 400 millones de toneladas de desechos plásticos cada año, una cifra que, de continuar la tendencia de hoy, podría ascender a 1.100 millones de toneladas para 2050.

El plástico está presente en nuestra vida cotidiana de manera constante. Según la ONU, mundialmente se compra un promedio de un millón de botellas de plástico por minuto, y se utilizan hasta 5 billones de bolsas plásticas al año. Aproximadamente un 36% de los plásticos producidos son usados como paquetes y envases de alimentos y bebidas, y alrededor del 85% termina en vertederos. Las colillas de cigarro, cuyos filtros contienen fibras de plástico, proliferan en todas las ciudades. Los océanos no son la excepción: se estima que entre 19 y 23 millones de toneladas de desechos plásticos terminan en mares, ríos y lagos, poniendo en peligro a cientos de especies marinas.

La problemática se acentúa con los plásticos diseñados para ser usados una vez y luego desechados. Tan veloz es su uso y descarte, como lenta su descomposición: al ser tan maleables y difíciles de degradar, los plásticos usualmente terminan descomponiéndose en pequeñas partículas, conocidas como microplásticos, cuya presencia ya ha sido comprobada tanto en recónditos sitios naturales como en el interior mismo del cuerpo humano.

Nuevamente, impulsar modelos circulares que rediseñen productos de manera más eficiente, reduciendo el uso del plástico y reciclando el material ya existente, se torna fundamental.

53 litros scaled

El contexto de Chile

Nuestro país no excede la problemática de los residuos. Según el último reporte del Estado del Medio Ambiente, en Chile generamos más de 18 millones de toneladas de residuos generales (tanto peligrosos como no peligrosos), y 7,9 millones de toneladas corresponden a residuos municipales, lo que supone un promedio de 1,03 kg de residuos al día por habitante.

Las tasas nacionales de valorización son aún muy bajas, y si bien con los años han aumentado las iniciativas para hacerlo, todavía son casos aislados. El sector de los residuos orgánicos, emisores de gases contaminantes si no son gestionados, requiere de especial atención: se estima que más de la mitad de la bolsa de basura de cada chileno está compuesta por residuos orgánicos, y hoy apenas un 1% de los mismos son valorizados.

El último tiempo ha visto surgir estrategias que buscan dar respuesta a esta situación. Entre ellas, se destaca la Ley REP, que busca promover la valorización de residuos prioritarios por parte de los productores, y propuestas como la Estrategia Nacional de Residuos Orgánicos, que busca propiciar el aprovechamiento de este tipo de residuos; recientemente se anunció, además, que se está trabajando en un proyecto de ley de residuos orgánicos.

En síntesis, los datos y estadísticas no hacen más que confirmar que el problema de los residuos es cada vez más urgente, y requiere una acción colectiva lo más pronto posible. Solo promoviendo sistemas de trabajo circulares, atravesados por el reciclaje, el compostaje, el rediseño de productos de manera eficiente, la reducción del consumo de los recursos naturales, entre otras estrategias sustentable, podremos proyectar un futuro más sano para el planeta y todos los que lo habitamos.